MICROMISTERIOS MACEDONIANOS | 13

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UniF
La Biblioteca Fabularia
TEATRO DE CUENTOS / ACTO 44 / ESCENA 14
 Misterios, Tusterios, Nuestrosterios

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AMARCORD


[Pedaleando por calle Italia destinando radio]

En el universo de las ficciones, algunos buenos muchachos han ideado una etimología para el recuerdo. Dicen, estos etimólogos del invento, que recordar "es volver a pasar por el corazón".

También dicen que "amarcord", palabra florecida del dialecto Emilia-Romaña, puede traducirse como "yo me acuerdo".

Tonces, que vuelva a pasar ahora por nuestro corazón un destello del cine de Federico Fellini. Váyase usted para La Italia a recordar un bello momento de Amarcord.

Les pido memoria por una escena en particular: aquella donde el Tío Teo, trepado en la frondosa majestad de un árbol, reclama a viva voz a los cuatro vientos, a los cielos y a los infiernos su deseo. ¿Recuerdan ustedes, queridos míos, el contenido cifrado en el grito del tío Teo, desde la fronda de aquel árbol? "Voglio una donna", demandaba el hombre del árbol. "Voglio una donna".

Bien, cambiemos ahora el escenario. Corre el año 1975. Estamos en un cine de la ciudad de Rosario, en la calle Entre Ríos entre Córdoba y Santa Fe. Se está proyectando Amarcord de Federico Fellini. Entre los espectadores se encuentra La Emilia, mujer ya cincuentona en aquellos almanaques. Llega la escena donde el Tío Teo, trepado al árbol, reclama "Voglio una donna".
La Emilia, en ese instante de 1975, obtiene la certeza más absoluta de su vida: Ella es la donna que reclama el tío Teo.
En la película, el tío regresa al manicomio.
En la sala, la Emilia deja su ausencia en la butaca.
Amarcord, yo me acuerdo: estuve esa noche en aquella sala.

Al día siguiente La Emilia escribe su carta primera destinada a Teo.
Pasado un año, ha remitido ya 14 cartas.
Recién en 1977 La Emilia recibe respuesta postal de Teo.
Entre 1977 y 1993 Teo y La Emilia construirán una de las historias de amor por correspondencia más dislocadas del mundo. Mas el contenido de la misma no alcanza albergue en este micro y me veo obligado a continuar.

En 1993, Federico se sube al árbol y sigue subiendo hasta Ningunaparte. En 1993, Teo comunica a La Emilia su decisión de venirse a La Argentina. La Emilia da inicio entonces a una de las esperas más apasionadas. Aún no sabe que esa esquela de Teo, será la penúltima carta que reciba de su hombre.
Desde ese día, todos los viernes, la mujer lleva una nueva epístola al correo.
Todos los viernes deposita en el buzón de envíos su carta y pregunta: “¿De la Italia, no ha venido nada para mí?” Todos los viernes, la respuesta será la misma: "Nada, Doña Emilia, No ha llegado nada"

Desde 1993, cada vez que nos cruzamos en alguna calle del barrio, La Emilia me pregunta: “¿No lo viste a Teo, no lo viste?”
Con el correr de los años, ya le pregunta a todos los encuentra a su paso: “¿No me lo han visto al Teo, no lo han visto? El Teo me ha dicho que está viniendo”.
“Vieja loca”, dicen los que nada saben, o sea, casi todos.

Amarcord, yo me acuerdo.

Amarcord, yo me acuerdo. El 28 de abril de 2003 golpean a la puerta de La Emilia. “¿Teo, sos vos?".
No es Teo. Es un camión de encomiendas. "Mirá, llega de La Italia", celebra la mujer.

Del camión bajan el retoño de un árbol. Y una carta. "Querida Emilia, soy Teo: Lamento no poder cumplir mi deseo. Tal parece que hoy, según dirán algunos cronistas, he muerto".
La Emilia cierra el sobre. Mira el retoño: "Es un manzano", dice La Emilia, “un hijo de Amarcord”.

Tonces, planta el manzano en el jardín del fondo de su casa.

En estos años, el árbol ha crecido llevado por mágicas fuerzas y es idéntico al que viéramos aquella noche del 75 en la pantalla del cine.
La Emilia pasa sus días cobijada en su sombra.
Y cuando hay viento, oye entre las ramas la voz del Teo que le cuenta amores de la bella Italia.

La semana que viene, al igual que en la película de Fellini, una manzana caerá sobre la cabeza de La Emilia.
La vieja reirá como hemos reído tantos tantas veces viendo aquella escena.
Después, mirando hacia el cielo de frondas dirá:
- Ya voy Teo, ya voy subiendo. Tu donna va subiendo.

Y será entonces que, desde la semana que viene, el manzano y la casa de La Emilia van a quedar a merced del tiempo, de algún usurero inmobiliario o, y esto es menos probable, en el recuerdo del corazón de nuestra melancolía.

Dicho esto, estigmada muchachada del éter radiofónico, Macedonio Hernández da una pedaleada al costado y sigue.
Cualquier cosa, voy llegando.







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EDICIÓN CYRANO
[DOMINGO 26 DE SEPTIEMBRE DE 2010] 

Cuentan que el fin del mundo ocurrirá
cuando la razón ilumine el último de los misterios
que han dado sentido a la humanidad.

Dicen que Macedonio Hernández
anda tras esos misterios
que aún resisten en el alma de las ciudades.

Algunos creen que
intenta preservar el mundo de su ocaso.
Otros, que está apurando su final.


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MICROMISTERIOS MACEDONIANOS | 12

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TEATRO DE CUENTOS / ACTO 44 / ESCENA 13
 Misterios, Tusterios, Nuestrosterios

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imago: Brueghel El Viejo



COMERCIO DE ALAS


La semana pasada dimos crónica al comercio de almas. Esta semana, “Tan lejos tan cerca”, diría el amigo Wenders, nos abocamos a otro mercado: al comercio de alas.

Estoy pedaleando sobre el móvil bicíclico hacia los estudios de la radio. Me cuento circulando por avenida Pellegrini. A mis espaldas ya quedó el cementerio y el GPS montado en la proa de la bici ya detecta el “hermoso” perfil del Palacio de Tribunales. Cito estos parámetros pues, de algún modo, se vinculan al contenido del microMisterio de esta noche.
Oyentes de alma cyrana, vengo de entrevistar al Viejo Brueghel, antiguo morador del municipio quien se dedica al arte de hacer alas para ángeles caídos. Qué me contursi.

El viejo Brueghel, hace ya mucho tiempo, comenzó su oficio comercial de alas en el Balneario Los Ángeles, excelso páramo cito en los arrabales de esta ciudad. Al lugar acudían los plumíferos seráficos con el objeto lavar culpas y deseos en las aguas del arroyo Saladillo.

Sabemos hoy que el buen progreso transformó el arroyo en una cloaca y que aquel inmaculado balneario fue transformado, actualizando la calidad del espíritu urbano, en un basural.
Pero nuestra basuraleza humana suele conservar cierta coherencia ética. En consecuencia, y visto que se trataba de un balneario de ángeles, el basural fundado en el lugar es un basural “a cielo abierto”. Como para no cerrar las puertas a eventuales turistas celestiales.

Es por esto que, aún en los días que corren, el viejo Brueghel visita la zona para recolectar plumas que le permitan confeccionar alas para ángeles caídos.

¿Pero de dónde surge profesión tan particular? Una historia nos permite profetizar que el comercio de alas para ángeles caídos se practica desde hace casi dos mil años.
Y el asunto es, plumas más plumas menos, el que cuento:

“Dicen que, en su patético deseo por regresar al cielo, los ángeles caídos fueron estafados desde siempre por hombres inescrupulosos. Estos hombres los engañan vendiéndoles alas.

A lo largo de la historia, los comerciantes de alas han pagado los oficios de los más grandes maestros de la escultura y de la pintura universal para que ilustren las inexistentes bondades de dichos adminículos de vuelo.

Los templos, los museos y las enciclopedias dan prueba de este fraude infame.

Pues claro está, toda esta iconografía es tan falsa como la virtud impuesta a las alas.

Pero la ingenuidad de un ángel caído, en su patético deseo por regresar al cielo, fue seducida metódicamente por el engaño.

Entonces, los plumíferos celestes estafados, vuelven a caer desde escarpadas barrancas del río Paraná, saltando desde la cima de dantescas antenas telefónicas o monstruosos rascacielos de hormigón armado.

Y aunque parezca extraño, en los últimos dos mil años no se ha registrado siquiera un solo reclamo. Es cierto.

Para justificar este hecho hay quienes afirman que los ángeles no resisten una segunda caída. Y que la humanidad guarda, desde siempre, un sospechoso silencio sobre el asunto. Esto, también es cierto”.

Pero volvamos al viejo Brueghel.

El hombre supo tener un puesto en la Feria de Artesanos de la Plaza del Foro donde exhibía su producto plumífero. La Plaza del Foro es la que se encuentra junto al Palacio de Tribunales. Y se dice que fueron algunos moradores de este palacio los que prohibieron aquella feria de artesanos argumentando que sólo ellos estaban en condiciones de “vivir de feria en feria”. Ergo el lugar del “arte-sano” cedió ante los privilegios al “arte-insano” legislado entre las paredes de mármol de este palacio.
El viejo Brueghel, en afán de sostener su fuente de ingresos, propuso cambiar la feria por un Mercado de Pájaros. Pero las mismas autoridades del palacio negaron permiso pues un mercado de pájaros podría interferir con su Mercado de Jaulas.

La cosa es que hoy por hoy, el viejo Brueghel ofrece su producto en facebook y en algún que otro blog que puede visitarse en internet.
Empero, ya no aparecen clientes dispuestos a la compra de sus alas para ángeles caídos.
Y en virtud de este acontecer es que el viejo nos ha invocado para tratar de explicar el misterio: ¿Por qué ya no se venden alas para ángeles caídos en la ciudad de Rosario?

Y visto que este micro ya toca a su fin, dejo abierto el cielo a los oyentes para que ayuden a encontrar respuesta a tal interrogante. ¿Por qué será entonces, mis amigos, que ya no se venden alas para ángeles caídos en esta ciudad de la Rosa y el Río?

Dicho esto, estigmada muchachada del éter radiofónico, Macedonio Hernández da una pedaleada al costado y sigue.
Cualquier cosa, voy llegando.





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EDICIÓN CYRANO
[DOMINGO 12 DE SEPTIEMBRE DE 2010] 

Cuentan que el fin del mundo ocurrirá
cuando la razón ilumine el último de los misterios
que han dado sentido a la humanidad.

Dicen que Macedonio Hernández
anda tras esos misterios
que aún resisten en el alma de las ciudades.

Algunos creen que
intenta preservar el mundo de su ocaso.
Otros, que está apurando su final.


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COMERCIO DE ALAS



EFEMÉRIDESEFÍMERAS
Una publicación de
la Comisión de Encuentros
del Club de Perdedores

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che google-slide, devolvé el audio que te afanaste
y sacá esa propaganda pedorra
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MACEDONIO HERNÁNDEZ
EN EDICIÓN CYRANO
PUBLICACIÓN ORAL
Escuchar programa en vivo
DOMINGO 12 DE SEPTIEMBRE DE 2010
22 A 24 HORA ARGENTINA
[CLICK AQUI]
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imago: Brueghel El Viejo

COMERCIO DE ALAS | Misterio a Cielo Abierto

Dicen que, en su patético deseo por regresar al cielo, los ángeles caídos fueron estafados desde siempre por hombres inescrupulosos.
Estos hombres los engañan vendiéndoles alas.

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Cuentan que el fin del mundo ocurrirá
cuando la razón ilumine
el último de los misterios
que han dado sentido a la humanidad.

Dicen que Macedonio Hernández
anda tras esos misterios
que aún resisten
en el alma de las ciudades.

Algunos creen que intenta
preservar el mundo de su ocaso.
Otros, que está apurando su final.

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Mientras llega la fabulata, si es que llega,
sírvase una porción de buenos destinos
PALABRASCRUZADAS


"Los astrólogos del Indostán decían
que en el universo las cosas
suceden sólo para ser contadas.
Eso decían. Porque después,
al igual que nosotros,
se acostumbraron a
leer en silencio.
Aunque a veces..."



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Al pedo, pero tarde.




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MICROMISTERIOS MACEDONIANOS | 11

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TEATRO DE CUENTOS / ACTO 44 / ESCENA 12
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COMERCIO DE ALMAS


Esta mañana de domingo, aprovechando las bondades climatológicas del día, decidí poner rumbo otra vez hacia el barrio del Saladillo a efectos de zanjar un enigma pendiente en nuestros micromisterios.
A saber: ¿Por qué se llama Fausta la Avenida Fausta?

Mientras pedaleaba hacia el barrio del Saladillo mi neurona construía hipótesis acerca del asunto.
Sigan ustedes conmigo la cadena semántica.
Digo Fausta y pienso en Fausto. Fausto, Fausto: palabra que en el canon etimológico latino se asocia al significado “feliz”. Sigo. Fausto de Goethe, Fausto el feliz: una saga de pactos. Mefistófeles hace un pacto con Dios y le apuesta que puede desviar del buen camino a su humano favorito Fausto (o sea, al “Feliz” cordero de Dios). Mefisto hace un pacto con Fausto. Ya sabemos cómo sigue el asunto donde la felicidad y la gracia (lo fáustico) devienen en tragedia. Pero no, me digo, paremos la mano con la tragedia. Voy camino a la Avenida Fausta, o sea, a la Avenida feliz. Por fin, me digo, pedaleo hacia una historia afortunada.

Llego al lugar y veo venir a un buen señor con una bolsa de compras colgando de su mano derecha. Aparco la bicicleta en el cordón y sin dejar el asiento del rodado, saludo al tipo, le cuento en qué andanzas me hallo y le tiro la pregunta de encuesta ¿sabe usted por qué esta avenida se llama Avenida Fausta?
Tonces, y ahí nomás, el tipo deja la bolsa en el suelo, lleva el dedo índice a su boca y me hace Shhh, “baje la voz, Avenida Fausta las petunias”, me dice. “Nada de fausta mi amigo, esta es una avenida infausta”. Y sigue: “Míreme, vengo de hacer un pacto. Mire nomás, en esta bolsa de compras traigo lo que tengo que pagar para tratar de recuperar lo que perdí”.

A la pelotita. Y me muestra: una botella de rosado dulce, un paquete de fideos cabello de ángel, un caldo de carne…
Y ahí recién recupero aliento para hablar “¿Cómo que infausta? ¿Será de Dió? Yo venía por una historia feliz, una historia fáustica y usted me viene con infaustas desgracias, viejo”.
“En fin. A ver mi amigo, cuénteme”.
Bajé de la bici, el hombre retomó su bolsa de mandados y nos fuimos caminando para el lado del arroyo. Y esto que sigue es, en brevedades, lo que me fue contado:

Se dice que en el barrio del Saladillo, por los márgenes de Avenida Fausta para más datos, deambulan dos chicas de la noche que devoran el alma a sus infortunados amantes.
Todas las noches, estas dos mujeres, hacen un pacto carnal con sus clientes y terminan comiéndoles el alma.

Pero el asunto sigue. Cuando llega el día, estas muchachas, atienden un negocio. En el rubro comercial del mismo se cifra su hacer de sombras. Pues estas chicas de la noche regentean un almacén.

Tal vez se pregunten ustedes, ¿y cómo se relaciona todo esto? Bien, pues parece que lo fáustico siempre nos lleva a una saga de pactos. Agreguemos entonces: chicas que en la noche hacen un pacto con sus amantes y les devoran el alma. Pacto nocturno.

Pero hay un pacto más, a la luz del día. Pues estas chicas regentean un almacén. Y ahí hay que volver a observar con detalle las palabras. ¿Por qué estas chicas tienen un almacén y por qué se dice que este negocio cifra su hacer de sombras?
Pues ocurre que estas chicas se dedican a “comer” almas en la noche y a “comer-ciar” durante el día.
Pero no cualquier “comer-cio”. Hablamos de un almacén.
Y un almacén, por si no se han dado cuenta, es un lugar de almacenar. Almacenar, suspiran las muchachas, almacenar: cenar alma. Almacenada: alma cenada.
Creo que ya adivinan cuál es el juego que practican están chicas con sus desgraciados clientes. Desgraciados, infaustos.

Por eso, y hablo ahora a los hombres que aún creen en la existencia del alma, se les recomienda huir de almacenes atendidos por chicas de la noche.

En fin. La cuestión es que mientras regresaba yo con el espíritu revuelto en estos juegos de palabras, recordé que no conseguí respuesta a mi pregunta original: ¿Por qué se llama Fausta la Avenida Fausta del barrio Saladillo?
Y como casi siempre, tuvieron que sacarme del berenjenal los oficios de la Rosario, nuestra hacedora de misterios de Manual escolar.
“Tranqui, Mace”, me dijo la Rosario. “Haga de esto el enigma con el que pueden jugar los oyentes de Edición Cyrano. Pásele la pelota a ellos”.
Y es así nomás. Ergo, les pregunto a ustedes oyentes de alma cyrana: ¿Por qué se llama Fausta la Avenida Fausta de Saladillo?
Y si quieren jugar con nosotros, la Rosario les agrega una buena pista que dice: “Partiendo de la calle Arijón puede llegarse a la Avenida Fausta”.

Dicho esto, estigmada muchachada del éter radiofónico, Macedonio Hernández da una pedaleada al costado y sigue.
Cualquier cosa, voy llegando.




Nota al pie del pedal:
Doña Fausta Coll fue la mujer de Manuel Arijón,
data célebre de la historia del Barrio Saladillo.

Imago ilustrata Comercio de Almas: Daniela Kovacic






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EDICIÓN CYRANO
[DOMINGO 05 DE SEPTIEMBRE DE 2010] 

Cuentan que el fin del mundo ocurrirá
cuando la razón ilumine el último de los misterios
que han dado sentido a la humanidad.

Dicen que Macedonio Hernández
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intenta preservar el mundo de su ocaso.
Otros, que está apurando su final.


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Misterios en la Avenida Fausta

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Dicen que Macedonio Hernández
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Algunos creen que intenta
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Mientras llega la fabulata, si es que llega,
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"Los astrólogos del Indostán decían
que en el universo las cosas
suceden sólo para ser contadas.
Eso decían. Porque después,
al igual que nosotros,
se acostumbraron a
leer en silencio.
Aunque a veces..."



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