La Vieja Montaña

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LA VIEJA MONTAÑA | Macedonio Hernández
PUBLICACIÓN ORAL EN EDICIÓN CYRANO








Buenas noches.
El finado Luis supo escribir en los muros de Babel: “el sueño es el más antiguo de los géneros literarios". [1] 
Y sucede que a veces el recuerdo nos trae esos sueños.

Recuerden soñar entonces, alguna vez, aquella vieja biblioteca del barrio. ¿La recuerdan?
Si sueñan aquella vieja biblioteca del barrio, vayan nomás hasta el fondo de sus pasillos, vayan hasta el lugar donde todas las cosas parecen dudar entre el ser y la nada.

Justo ahí hay un libro para esta noche.

Bien. Tenemos el libro y estamos en Babel. Construyendo Babel. Y Babel es, también, una biblioteca.

Los viejos libros pueden llevarnos a viejos lugares.

Dejemos entonces que, desde el fondo de aquella biblioteca, este libro nos lleve hasta el Perú.

Cierren los ojos para ver el libro. Ahora, con letras doradas de perfiles latinos, titulen sobre su tapa: Escriban: “La Vieja Montaña”.
Ahora pueden abrir los ojos para ver las palabras que se hacen hojas.

Veamos. ¿Qué les parece si escriben esto?

Los hombres del llano sueñan construir torres para llegar hasta el cielo.
Los hombres del mundo viejo que habitaron las llanuras de Babel soñaron torres.

Los viejos habitantes del Perú no necesitaron soñar torres. Pues, habiendo montañas que llegan al cielo. ¿Para qué soñar inútiles arquitecturas?

Dicen que dicen que, desde el principio de la palabra, hubo en el Perú una montaña que llegaba al cielo. Y que ya desde el principio esa montaña era “La Vieja Montaña”.

Los hijos de Babel llegaron un día hasta el sur del mundo. Eran los hijos de Babel: los conquistadores.

Dicen que dicen que desde el principio hubo en el Perú una montaña que llegaba al cielo. Ya desde el principio esa montaña fue nombrada “La Vieja Montaña”.

Los viejos dioses del Perú ocultaron la Vieja Montaña entre los laberintos de una cordillera.

Los hijos de Babel llegaron hasta el sur del mundo. Los hijos de babel: los conquistadores.
Y dieron nombre al lugar. Lo llamaron Perú. Y después lo masacraron.
Los masacrados huyeron hacia la cordillera. Y escalaron la Vieja Montaña. Y se refugiaron en el cielo.

Tonces, los hijos de Babel, los conquistadores, invocaron a su dios que vive en el cielo. Y en su nombre continuaron la masacre.

Un día, los hijos de Babel, los conquistadores, impusieron su lengua y su dios.
Y otro día, los hijos de los hijos de los conquistadores, recordaron algunos sueños del espanto.

Y escribimos…

“Yo nunca me río
de la muerte.
Simplemente
sucede que
no tengo
miedo
de
morir
entre
pájaros y árboles" [2]

Otro día, los hijos de los hijos de los conquistadores, salieron a buscar la Vieja Montaña y escalaron sus pobres costillas esclavizadas.

Ese día, los hijos de los hijos de Babel, escribimos en el libro…

“El mundo nada puede contra un hombre que canta en la miseria". [3]
¿Se acuerdan?

Y hubo más días, más hojas para el libro de la Vieja Montaña.
Y hubo un día en que los hijos de los hijos de los conquistadores deseamos regresar el nombre a la Vieja Montaña.
Y ese día balbuceamos la lengua del Perú para llamar a la Vieja Montaña por su nombre y dijimos “Machu Picchu”.

¿Recuerdan aquel día?
Vamos, fue el mismo día en que uno de nosotros, un hijo de los hijos de Babel, agregó su hoja en el libro.
Y escribió…
“Macchu Picchu, pusiste
piedra en la piedra, y en la base, harapos?
Carbón sobre carbón, y en el fondo la lágrima?
Fuego en el oro, y en él, temblando el rojo
goterón de la sangre?
Devuélveme el esclavo que enterraste!
Sacude de las tierras el pan duro
del miserable, muéstrame los vestidos
del siervo y su ventana.
Dime cómo durmió cuando vivía.
Dime si fue su sueño
ronco, entreabierto, como un hoyo negro
hecho por la fatiga sobre el muro". [4]

¿Se acuerdan o no se acuerdan?

Sucede que a veces el recuerdo nos trae buenos sueños.
Recuerden soñar entonces, alguna vez, aquella vieja biblioteca del barrio.
Y si sueñan esa vieja biblioteca del barrio, vayan nomás hasta el fondo de sus pasillos, vayan hasta el lugar donde todas las cosas parecen dudar entre el ser y la nada.
Justo ahí hay un libro.

Cierren los ojos para verlo. Entonces, con letras doradas de perfiles latinos, titulen sobre su tapa: Escriban: Machu Picchu “La Vieja Montaña”.

Ahora, ya pueden abrir los ojos para verla.





[1] Jorge Luis Borges, Libro de Sueños.
[2] Javier Heraud, El Viaje.
[3] Ernesto Sabato, La Resistencia.
[4] Pablo Neruda, Canto General.







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el que lo encuentra es bara él









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alfabetario babel



EFEMÉRIDESEFÍMERAS
Una publicación de la Comisión de Encuentros del Club de Perdedores
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[La Construcción de la Confusión]



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MACEDONIO HERNÁNDEZ EN EDICIÓN CYRANO
PUBLICACIÓN ORAL
Domingo 30 de octubre
de 22 a 24 | Hora Argentina
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EL PROBLEMA NO ES LA IGNORANCIA
EL PROBLEMA ES IGNORARLA









TRES TRISTES TIPOS TIPEAN TIPOS EN TRES TIPOS DE ESTEREOTIPOS
[BABEL BABEL EL QUE LO ENCUENTRA ES BARA ÉL]

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Al pedo, pero tarde.








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La Razón del Equilibrio

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LA RAZÓN DEL EQUILIBRIO
la construcción de la confusión
Macedonio Hernández 




Buenas Noches. Estigmado Sr. Serenelli, estigmado Sr Leto, Dramas y Caballeros: Buenas y Santas.

No hay nada más tranquilizador que el orden y el equilibrio. Por eso la romana tiene un solo plato. Por eso el cuento, cuenta y la fábula, fabula. Pero ustedes y yo sabemos que a nuestro alrededor pulula el mundo. Y para colmo, a veces se nos da por pensar. Y entonces… ¿Cuánto pesa un kilo de pan?

El cuento cuenta, desde aquellos días en Babel, que el universo tiene como once dimensiones y que los cinco sentidos son más de veinte.

Pero nosotros, incapaces de soportar la tensión del desequilibrio y el caos, seguimos aferrados a las viejas fábulas canónicas.
Para nosotros, el sol continúa cayendo alrededor de la Tierra y es de fuego. Para nosotros, el mundo permanece plano y todo en él se ordena con dos variables.

Pues los seis puntos cardinales son cuatro: latitud y longitud.

Por algo nuestra balanza tiene dos platos: hay bien y hay mal, hay noche y día, hay negro y blanco, hay padre e hijo.

Pero Babel perdura en sus oficios de confusión. ¿Cómo responden las fábulas cuando una torre irrumpe en el mundo plano y sus habitantes, desorientados, elevan los ojos al cielo?

¿Cómo equilibrar el espanto de otra dimensión en los juicios?
¿Alcanzará con el espíritu santo?

La moneda tiene dos caras. Todo va mejor con Coca “o” Cola.
Cuando sólo un juicio es ley todo anda bien en el mundo. Basta una romana. Pero cuando dos juicios disputan el poder llega la balanza y todo va mejor con Coca o Cola.

El equilibro se repone optando por uno de estos juicios y declarando la guerra al otro. Nosotros los buenos, ellos los malos. Nosotros el día, ellos la noche. Nosotros los blancos, ellos los negros. Nosotros la ley y la luz, ellos el caos y la oscuridad.
Los otros, los del otro lado, dicen lo mismo.
Todo va mejor con Coca o Cola.

Gauguin tenía razón: “bueno es cuando yo le afano la mujer a mi vecino y malo es cuando mi vecino me la afana a mí”.

La balanza equilibra sus dos platos. Hay orden, don René, o hay descarte. Y si pienso, luego exilio.

Y si aún no logran ustedes el equilibrio, invoquen al mediador. Dos hermanos disputan la división del campo heredado de su padre. Cada uno procura quedarse con la mayor parcela posible. Aparece entonces el mediador. Casi siempre éste adopta la figura de un rey o de un sabio. La solución del mediador es conocida. Le ordena al primero que divida el campo según sus deseos. Luego, le dice al segundo que elija la parte que quiera para él.

Nosotros somos el primer hermano. ¿Quién es el otro? ¿El gran hermano?

El mediador calma nuestra inestabilidad existencial. Entre el empirismo inglés y el racionalismo francés, el eclecticismo alemán. Entre el negro y el blanco, el gris. Entre la Coca y la Cola el guión medio. Todo va mejor con Coca-Cola.

Pero: ¿cuánto pesa un kilo de pan?

En la ciudad de Rosario, a la vera del río, dos hermanos poseen un viejo muelle de pesca. Las gentes, ataviadas con sus cañas, sus redes y su acopio de carnadas, llegan al lugar y enfrentan la puerta de acceso. En la puerta hay un letrero que reza: PROHIBIDO PASAR. Empero, todo el mundo franquea esa puerta sin miramiento alguno.

Los dos hermanos recurren al Gran Concejo de Sabios Deliberantes. El susodicho Concejo sugiere instalar, a continuación de la puerta que reza PROHIBIDO PASAR y que nadie respeta, una segunda puerta. En esta segunda puerta deberá colocarse un letrero que rece: PASE NOMÁS. Esta es la balanza.

Estigmados oyentes, ya vamos terminando. ¿Qué suponen ustedes que harán aquellos que lleguen a ese Muelle de Pescadores del Río Paraná cuando, después de atravesar sin miramiento alguno la puerta con el letrero que reza PROHIBIDO PASAR, enfrenten la segunda, en cuyo cartel puede leerse PASE NOMÁS?

Suficiente. Basta. Dejen de pensar. Dejen de pensar. Regresen al mundo real. Dejen de pensar. Vuelvan al orden y al equilibrio del mundo verdadero. Regresen al mundo real donde es sol es de fuego y un kilo de pan pesa un kilo. Tranquilos. Todo está en orden. Hay bien y hay mal, hay noche y día, hay negro y blanco, hay padre e hijo Tranquilos, vuelvan al mundo verdadero donde la verdad se mide en la romana detrás de la estatua del palacio de Justicia.

Dejen de pensar para que tengan ustedes una semana tranquila y ordenada. Porque el fin de semana que viene tenemos que ir a votar. Tonces, guiados y ordenados por las viejas fábula y sus moralejas, vayamos a votar. Vayamos y votemos por Cristina o contra Cristina.

Así de fácil: Las tres hermanas son dos: ella.

Dejemos de pensar. Vayamos y votemos por Cristina o contra Cristina porque los seis puntos cardinales son cuatro: latitud y longitud.

Dejemos de pensar. Para seguir tranquilos, equilibrados a la romana.

Y para que todo esté como siempre, “un kilo y dos pancitos”…






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Periscopios

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La Construcción de la Confusión
PERISCOPIOS
Macedonio Hernández 
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Sepan disculpar. Acaso la vejez, el cansancio o la confusión que impera en Babel me tengan hoy más patético que de costumbre.

No sé si a ustedes les pasa lo mismo pero a mí, en estos días en los que estoy por morirme, se me da por querer hablar con alguien.

Y no sé si ustedes se han muerto poco o mucho, pero según mi pobre experiencia, cuando uno está por morirse descubre que casi nadie quiere hablarnos.
Bah, en realidad descubro que cada vez tenemos menos ganas de hablar entre nosotros.

Yo, entonces, termino conversando con los muertos.

Y acudo al cementerio que tengo en mi casa. O sea, apelo a la biblioteca. Porque no sé si ustedes se han dado cuenta de que nuestras bibliotecas son, básicamente, el lugar donde coleccionamos la escritura de los que han muerto. Nuestros escritores de cabecera están casi todos finaditos. Si no me creen, después vayan y miren…

Pero ahora sigamos. Invoqué libros al azar y pregunté ¿por qué siento que es tan difícil hablar con alguien en estos días?
Tonces, vestido de hojas amarillas surge un tipo que me cuenta de ballenas y periscopios.
Vea, me dice: “Si los hombres viven en la barriga de una ballena sólo pueden sentir frío y hablar de las manadas periódicas de peces y de murallas oscuras como una boca abierta y de manadas periódicas de peces y de murallas oscuras como una boca abierta y sentir mucho frío”.

Y esto hace que terminen hablando solos, repitiendo un largo soliloquio.

“Pero si los hombres no quieren hablar siempre de lo mismo tratarán de construir un periscopio para saber cómo se desordenan las islas y el mar y las demás ballenas –si es que existe todo eso.
Y el aparato ha de fabricarse con las cosas que tenemos a la mano y entonces se producen las molestias. Por ejemplo, si a nuestra casa le arrancamos una costilla perderemos para siempre su amistad y si el hígado o las barbas es capaz de matarnos”[1]

Por eso al fin, los hombres suelen elegir no construir un periscopio para terminar siendo una ballena.
Y es sabido que las ballenas sólo hablan con ellas mismas.

Otro libro. Donde bien puede hablar esa ballena para decir:
“Estoy habitado: hablo a los que fui y los que fui me hablan. Experimento a veces la molestia de sentirme extranjero. Los que fui constituyen ahora toda una sociedad y acaba de ocurrirme que ya no me entiendo a mí mismo.
¡Terminemos! -les digo-. Yo he ordenado mi vida, no puedo ya prestar oídos a vuestros discursos. Que cada cual tome su trozo de tiempo: ustedes ya fueron, yo soy. Yo trabajo, escribo una novela. Compréndanlo. Y mándense a mudar…

Es así como uno se deja engañar (dice la ballena). Y es así como se pierden tantas oportunidades. Se tiene el deseo de escribir una novela pero se escribe sobre filosofía”. [2]


Y esto hace que terminemos hablando solos, repitiendo largos y tristes soliloquios.

Y será así nomás la cosa?
No sé si a ustedes les pasa lo mismo pero a mí, en estos días en los que estoy por morirme, se me da por querer hablar con alguien.

Y no sé si ustedes se han muerto poco o mucho, pero según mi pobre experiencia, cuando uno está por morirse descubre que casi nadie quiere hablarnos.

En realidad, descubro que cada vez tenemos menos ganas de hablar entre nosotros.

Por eso termino hablando con los muertos que habitan el cementerio de mi biblioteca.

Y para honrar la cita debo decir que los libros que tomé al azar eran, el uno, del finado Henri Michaux y el otro, de Antonio Cisneros. Y ahí me da como un coletazo de ballena. Enciendo la computadora, me conecto a las redes de la confusión babélica e invoco al dios Gúgle que todo lo sabe. Digito en el portal del oráculo: “Antonio Cisneros” y… caramba. Vea usted. Resultó que estuve hablando con alguien que aún está vivo.

¿Será posible, entonces, mi deseo?

No sé. Hoy estoy cansado, pero tal vez mañana… quién les dice.

A lo mejor nos vuelvan las ganas de ponernos a construir periscopios...




Macedonio Hernández | Edición Cyrano | Publicación Oral

[1] Tomado de "Poema sobre Jonás y los desalienados" de Antonio Cisneros.
Canto Ceremonial contra un Oso Hormiguero | CEDAL | 1968
[2] Tomado de "Los que fuí" de Henri Michaux.
Poemas | Fabril Editora | 1978







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