MICROMISTERIOS MACEDONIANOS | 25

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UniF
La Biblioteca Fabularia
TEATRO DE CUENTOS / ACTO 44 / ESCENA 25
 Misterios, Tusterios, Nuestrosterios





MIENTRAS LA BANDA PASA
CANTANDO COSAS DE AMOR

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fuente imago: francisco francisci | de la serie: paredes desaparecidas en octubre




Buenas Noches. Por allá decían que el carnaval era un tiempo previo a la cuaresma. Un tiempo de permiso al pueblo sometido en el que se autorizaban las eróticas del deseo y el caótico flujo de las almas.

Y puede ser tal decir la excusa para estar esta noche, otra vez, en una esquina. Para cartografía más precisa: Avenida Pellegrini y Corrientes.

He regresado. Vuelvo a buscar un misterio que naufragó de olvido una lejana noche de carnaval en esta esquina.

Pinta tu aldea y serás pintor, supo decirme un viejo maestro de augures.

La esquina me recibe con todas sus máscaras nuevas. No he venido por ellas.
Entonces le arranco un edificio. Le arranco esa nariz impúdica de hormigón y vidrio.
La esquina del pasado era más llana en sus disfraces.
Después le arranco la máscara de asfalto.
Bajo el negro maquillaje aflora la piel vestida de adoquines.

Pinta tu aldea y serás pintor.

Cancelo neones y oscurezco pantallas digitales.
Extermino automóviles.
Enciendo la noche en la luna y su careta de conejo. Luna recién nueva, antifaz de espejo oscuro.

Pintar la luna y su careta de conejo.

Otra vez estoy en la esquina de la triste avenida.
Vuelvo a buscar el misterio que dejé caer aquella noche de carnaval.

Porque lo nuestro es la caída, lo recuerdo todo el tiempo.

La esquina recupera sus viejas máscaras.
Un corso de sombras me devora.
Río de sombras de aire inflamado. Más oscuro que la noche, más húmedo que la sangre de ciudad que se intuye entre los dientes de cada alcantarilla.
Distinto a los ríos de mariposas amarillas que en aquellos días atravesaban el barrio y nos hacían pescadores con ramas de un paraíso pelado.
Distinto, también, al río marrón que sigue naufragando bajo cada amanecer en las islas.

Pintar mariposas amarillas en las calles. Qué gran anhelo para un pintor de misterios.

He vuelto a esta esquina a buscar mi alma. Y he dicho “mi” alma: cuánta arrogancia.

Pues bípedos soberbios, afirmamos que al igual que la tierra el alma tiene dueño.
Decimos, obscenos, “mi alma” en lugar de decir “el alma que hay en mí”.

Vuelva por el alma que hubo en nosotros. Eso diría mi viejo maestro de augures.

Es entonces cuando regresa la banda al corso. Y contra el eco de los parches, vuelve ella, la que vino a buscarme aquella noche.
Su hermosura sigue intacta. Ajena a todo. Me mira en la triste avenida de adoquines, deja caer uno a uno sus disfraces hasta quedar desnuda.

La banda pasa cantando cosas de amor. ¿Se acuerdan: “…pra’ver a banda pasar cantando cosas de amor…”

¿Cuántas máscaras tiene una mujer desnuda? Y dejo caer el misterio de la respuesta. Otra vez.

Porque la muerte se enuncia como indiferencia al futuro. La dejo caer. Otra vez.
Como aquella noche, ella, no se quita la desnudez sino el tiempo. Se quita el tiempo y yo vuelvo a caer a través de su cintura de reloj de arena.

Somos la máscara del alma.

Déjela caer, lo suyo es la caída.

La banda pasa cantando cosas de amor. Pero
La enamorada que contaba las estrellas ya no cuenta.
La chica triste que vivía callada ya no sonríe.
La rosa que vivía cerrada ya no se abre.
La luna llena que vivía escondida ya no surge.

El alma que hubo en mí cae otra vez y se va, otra vez, con ella.

¿Algo más? pregunta el farolero. Nada más.

Pinta tu aldea y nada más.

Nada más.
La muerte se enuncia como indiferencia al futuro.
¿Algo más? pregunta el farolero.

Sí. Carnaval. Carnaval. Carnaval. En esta aldea despintada no somos “Riodejaneiros” ni “Rioplatenses”. En esta aldea despintada somos Paranautas. Pero el río no se mete en nuestros túneles para surgir por alcantarillas en las esquinas. Por el contrario, los túneles son para llevar nuestras escatologías hasta sus aguas.
Y como buenos paranautas dejamos caer el alma que hubo en nosotros.
Y el alma se nos fue por los caminos. Y no es verdad que todos los caminos conducen a Roma.
Pero sí es verdad que la máscara más triste es la que ríe. Y la más hipócrita.
Nos disfrazamos de máscaras ausentes en carnaval. Nos pintamos la risa y nos vamos. Y volvemos en cuaresma y nos despintamos la risa. Y no es verdad que todos los caminos conducen a Roma.
Pero volveremos para Pascuas. Volveremos a poner máscaras de carcajada en Pascuas para festejar el asesinato del hijo de un dios en otro carnaval turístico.

¿Algo más? pregunta el farolero.

Sí. Digo que no es verdad que todos los caminos conducen a Roma porque, según se ha visto, todos los caminos conducen a Babel. Pero Babel, será historia para otras noches.

Para ésta, nada más.
Nada más.
Nada más que una banda que pasó cantando cosas de amor.




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EDICIÓN CYRANO


Cuentan que el fin del mundo ocurrirá
cuando la razón ilumine el último de los misterios
que han dado sentido a la humanidad.

Dicen que Macedonio Hernández
anda tras esos misterios
que aún resisten en el alma de las ciudades.

Algunos creen que
intenta preservar el mundo de su ocaso.
Otros, que está apurando su final.


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