MACEDONIO Y EDELMIRO RAFANELLI

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EL FANTASMA DE EDELMIRO RAFANELLI


pasadyescuchadporplis



Para indagar acerca de una noticia que alerta sobre la presencia
de un fantasm
en los alrededores del lago del Parque Independencia,
Edición Cyrano
ha despachado a Macedonio Hernández
a efectos de informar sobre el asunto.



La noticia que informa sobre la presencia del fantasma de Edelmiro Rafanelli por las inmediaciones del lago del Parque Independencia es verdadera. Doy fe, él me acompaña esta noche de morondanga en estas soledades. El licor añejo de una botella nos templa el espíritu.

Sigamos: visto que la historia de este buen hombre y su destino espectral nos trasladan hasta los albores del siglo XX, estimo necesario un artilugio prologal para actualizar los hechos.

Allá por el año 1901, Edelmiro Rafanelli era conocido como un hombre profundo. Este decir no sólo signaba sus espacios mentales y discursivos sino que definía los paradigmas materiales de su anhelo. Qué quiero decir con esto, que el tipo amaba e idolatraba las profundidades. Bastaba un hoyuelo en el piso para que el hombre concibiera la imagen de un ducto que anidaba en el fin del mundo.

Por aquellos tiempos, Edelmiro supo ser enterrador en el cementerio, pero fue despedido en su primer servicio cuando el supervisor lo encontró acomodando el féretro a unos cuarenta y tres metros de hondura.

Lo cierto es que nuestro hombre no sufrió a causa de aquel despido sino mais bien por el descubrimiento que hizo a partir de su laboro excavadórico.

Vayamos por fundamentos y evidencias. Fundamentos: el mismo tenor grandioso con el que Rafanelli expresaba su amor por las profundidades se equiparaba a su odio atroz y porfiado contra las alturas. Ergo, ¿qué descubrió el buenazo de Edelmiro allá por el año 1901 cavando fosas mortuorias? Pues una evidencia necesaria: que hacer un pozo implica hacer una montaña. ¿Se entiende? Hacer un pozo implica hacer una montaña con el material extraído.

Y llegaron los días en los cuales esta evidencia se hizo explícita. Edelmiro Rafanelli fue contratado para excavar el futuro lago del Parque Independencia.

El primer día de labores su pala penetró en las tierras del parque logrando un pozo de trescientos veintiséis metros de profundidad. Al atardecer de aquella jornada, cuando emergió del hueco, Edelmiro comprobó dos cosas: la primera, el capataz, un tipo llamado Orson Lamas, lo increpó brutalmente aduciendo que el lago debería tener apenas un metro y medio de calado. La segunda evidencia hizo que nuestro hombre sufriera un arrebato de rabia conmovedor. Junto a "su" pozo, junto a la belleza sublime del profundo agujero en la tierra, su pala, su propia pala, había creado una montaña de humus y lombrices, una montaña de talud perfecto.

Hay quienes dicen que las amenazas de muerte que intercambiaron el capataz y Rafanelli obedecieron al imperio de lo excavado. Yo puedo afirmar que nuestro hombre perdió el control ante la vista del horror que había cimentado a la vera de su perforación. Hacer un pozo, querido amigo, implica hacer una montaña.

El capataz amaneció muerto, su cadáver fue hallado en la cima de la montaña del lago.
Edelmiro Rafanelli desapareció y nunca más se supo nada de él.

Los especuladores simplistas encadenaron estos dos sucesos. Que Rafanelli asesinó a Orson Lamas y se dio a la fuga.
Nada que ver. Orson Lamas murió de espanto al encontrarse con un fantasma al pie del monte, su corazón no resistió la impresión y mucho menos la escalada agónica hasta la cima.
Huelga decir quién era el fantasma.

Ahora bien, ¿qué acontecimiento transportó a Edelmiro desde el mundo de los humanos hasta el universo de las ánimas fantasmagóricas?

Para tramar un artilugio explicativo debemos mudar nuestro decir hasta un invierno del año 1985, a media mañana de un domingo particularmente luminoso, donde algunos miembros de la Comisión de Mitómanos de la BF fueron hasta la orilla del lago del Parque Independencia para alimentar con migas de pan a los patos, peces, palomas y gorriones del ecosistema.

En dicha mañana, alguien hurtaba cada una de las migajas de pan lanzadas al agua y se reía como un chico haciendo bribonadas. Era, por supuesto, el fantasma de nuestro Edelmiro Rafanelli. Abrazado a un pato especialmente patotero el fantasma se sentó junto a los mitómanos a compartir la profunda luz del día. Entre mate y churro Edelmiro dejó en oídos de sus acompañantes una fabulación, una historia de "color humano". Valga, si se quiere, ese relato como razón de los hechos dados a principios del siglo XX.

He aquí lo narrado por Rafanelli, decir documentado en la BF bajo el título LA SOMBRA DEL SOL.

A saber: “Su mayor deseo es cavar un pozo. El más profundo pozo que hombre alguno hubiese logrado.
Amaba las profundidades.
Odiaba las alturas y todo lo que de ellas se desprendiera.
Un buen día tomó la decisión y compró una pala de excelente calidad. La hundió en la tierra. La cargó y la vació a su costado. Una, dos, mil, millones de paladas fueron apilando humus junto al pozo que se perdía en abismos.
Entonces descubrió una verdad insoportable: hacer un pozo implica, irremediablemente, hacer una montaña.
Su mayor anhelo engendraba al aberrante paradigma de lo odiado. Cada centímetro ganado en profundidad significaba aumentar la dimensión de esa montaña que crecía y crecía hasta clavarse en el cielo para desgarrarlo.

Desconsolado centró su atención en el pozo hasta negar la existencia de la montaña. Muy pronto ésta apenas fue una sombra innominada a sus espaldas y la olvidó.

Su alegría creció y creció hasta desbordarlo.
Murió sepultado por una avalancha”.

Bien señores, esta fabulilla explica el destino de aquel hombre, quien como muchos, fue sepultado por las inevitables leyes de la materia. Para tranquilidad de quienes andan por este parque certifico que Edelmiro es un fantasma inocente e inofensivo, un espectro que se refugia en la profundidad de las historias tontas que el recuerdo protege de las tormentas del mundo racional.




EDICIÓN CYRANO
[DOMINGO 14 DE JUNIO DE 2009]



¿Qué leves ánimas pueblan la noche del domingo?
¿Qué amores redimidos buscan refugio en las plazas desiertas?
¿Quiénes, en los abismos de una calle, fabulan lo que no ha sido?
¿Dónde se reúnen los sueños huérfanos de soñadores?

Cuando algunos domingos precipitan hacia el centro de la noche,
Macedonio Hernández mueve el alma de sus pasos
y regresa para contarnos…











































































































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