.
UniF
UniF
La Biblioteca Fabularia
TEATRO DE CUENTOS / ACTO 44 / ESCENA 7
Misterios, Tusterios, Nuestrosterios
pasadyescuchadporplis
EL MUSEO DE LAS COSAS
QUE NO EXISTEN
pasadyescuchadporplis
QUE NO EXISTEN
Hoy vamos a mirar un poco, apenas un poco, el costado misterioso de las cosas que ya no existen. Vamos a mirar un poco, apenas un poco, la vida de una oyente que, cumpliendo el destino de sus oficios, nos está escuchando en Algunaparte.
La historia es inmensa pero seré breve: cuando ella descubrió que la calle de su infancia ya no existía, comprendió que los instantes del tiempo que había vivido hasta esta vejez abrigada de arrugas, tampoco estaban.
Qué misterios tiene la existencia para terminar siendo nada.
La historia es tan larga como la sombra del sol pero voy a ser breve: ella decidió crear un museo donde reunir las cosas que ya no existen.
Alquiló un viejo galpón en la calle La Paz y salió a buscar obras del arte que ya no es. Visitó a los habitantes de la ciudad. Pidió donaciones. Los vecinos cedieron objetos de su propia historia, tesoros de su vida que ya no existían.
Con este peregrinaje obtuvo incontables reliquias para su museo.
En el fondo más profundo del galpón arregló una colección muy particular llamada “De las Primeras Cosas que ya no existen”.
Y desde el fondo hacia la salida, o sea, la entrada, fue ordenando el resto.
Allá, al final del principio estaban, por ejemplo: El primer beso de amor que fue dado en la Plaza Las Heras, el primer banco ocupado por un alumno en la escuela Bafico, el sueño del primer durmiente en el andén de Rosario Norte, la primera paloma que llegó a los refugios de calle Italia.
El día de inauguración del Museo de las cosas que ya no existen centenares de vecinos hicieron cola frente al galpón de calle La Paz.
En el catálogo de la muestra se enumeraron, cronológicamente, 1959 cosas que ya no existían.
A las cinco de la tarde, ella abrió las puertas. Y la gente ingresó.
A las siete de la tarde ya no quedaban visitantes.
Al día siguiente no vino nadie. Y nadie volvió nunca al Museo de las cosas que ya no existen.
¿Hay en esta historia un misterio?
La verdad, no sé. Porque desde aquella tarde todos guardan silencio.
Todos no. Hubo una vez una persona de aquel centenar que acudiera a la inauguración que aceptó hablar conmigo.
“Vea Macedonio, me dijo, cuando entramos al museo para ver las cosas de nuestra vida que ya no existían, descubrimos un galpón vacío.
Comprende usted, estaba vacío, no había en el lugar otra presencia que nosotros mismos. Sólo nosotros. Pues las cosas que ya no existen, no existen”.
Qué misterios tiene la existencia para terminar siendo nada.
Estigmados míos, ayer pasé por la calle La Paz. El galpón que fuera alguna vez el Museo, es obvio, ya no existe.
Y ustedes dirán entonces que esta reseña es insignificante y banal.
Y alguna verdad vendrá para afirmarlo.
Pero la historia es tan larga como la sombra del sol y debo ser breve:
Entonces te digo a vos que estás escuchando. Mañana, bajo la puerta de tu casa de infancia, que ya no existe, encontrarás una carta de ella, la que ahora está escuchando en Algunaparte. Te contará que no ha dejado de coleccionar cosas que ya no están. Y en el final de su carta verás una nota escrita con amorosa letra de mujer vieja que dice: “Ya estoy juntando las últimas cosas que no existen”.
Y seguirá una lista donde aparecen: el apellido del último pescador que cruzó el Río Paraná, el último amanecer en Barrio Belgrano, la última reunión de Hacedores en una mesa de Vittorio, la última bandada de golondrinas que llegó a Rosario, la última palabra que soñaste, el nombre de la última persona que recordaba la historia del Museo de las cosas que ya no existen.
Después de esta lista encontrarás, mañana, cuatro hojas en blanco.
Que también podrás leer como el misterio de las cosas que no quisiste vivir.
Y ya está, ya llegué a la salida, o sea, a la entrada…
Sólo queda saludar hasta una próxima vez.
.
.
.
EDICIÓN CYRANOCuentan que el fin del mundo ocurrirá
cuando la razón ilumine el último de los misterios
que han dado sentido a la humanidad.
Dicen que Macedonio Hernández
anda tras esos misterios
anda tras esos misterios
que aún resisten en el alma de las ciudades.
Algunos creen que
intenta preservar el mundo de su ocaso.
intenta preservar el mundo de su ocaso.
Otros, que está apurando su final.
.....................
No hay comentarios:
Publicar un comentario